15 de diciembre de 2024
Ximelez, jugador del Pro Evolution Soccer

Dulces sueños Ximélez

Ximélez, jugador del Pro Evolution Soccer durante un partido

Al bueno de Ximélez se le acaba el tiempo. El final del mercado de fichajes ya ha terminado y por mucho que mira el móvil, ninguna llamada perdida. “El fútbol no puede quedarse sin esos centros con esa comba tan característica. Aquello era pura crema”, contestó el mítico Castolo a un periodista de un diario deportivo durante sus vacaciones en Benalmádena. Ximélez sólo espera una cosa: una llamada del Levante. Eso es lo que sueña el zurdo centrocampista, retirarse en el club de su vida. Ahí es donde se formó, aunque nunca llegó a debutar con el primer equipo.

El que no se olvida de él es su gran amigo Minanda. Con un rol de esos que se llevaban en la Premier en los noventa de entrenador-jugador, no pierde la ilusión por tener junto a él a Ximélez. No hay día que el portugués no le llame o le mande un whatsapp para pedirle que vaya con él al Vitoria Setúbal. Le ofrece ser jugador-segundo entrenador. Eso sí que es nuevo. Detrás de todo eso hay un plan. Miranda se prepara para dar el salto el año que viene para ser seleccionador de Angola y quiere a Ximélez en su staff. Igual que a Manucho. Cosas del destino, el delantero se ha preparado para ser entrenador de porteros. ¿Qué mejor que un delantero para enseñar a un portero a frenar a otros artilleros?

Tal es el deseo de Ximélez de fichar por el Levante que se le ve todos los días por el barrio de Orriols. Rara es la mañana que no pasa por delante de las oficinas del Ciutat de Valencia saludando con una sonrisa desde fuera al director deportivo y señalando su móvil. Sus labios dicen: “Tengo Digi, cobertura segura. Pero sin prisa, cuando tengas un hueco”. Pero no sólo pasea por Sant Llorenç por amor a unos colores. Muy cerquita del campo regenta una afamada arrocería. Ya hace cinco años que se asoció con el gato Ivarov para poner en marcha el negocio. Cortina’s se llama el restaurante.

Lo del apóstrofe y la ‘s’ es cosa del Ximélez. Por lo visto le da glamour. Como los pubs con billar y rótulos de neón. Lo de Cortina es cosa del gato. Con diecisiete años estuvo a prueba con el Real Oviedo y allí conoció a un chaval con ese apellido. Un día, después de un entrenamiento, el chaval se acercó a Ivarov y le hizo una pregunta tartamudeando: “¿Es cierto que mantienes una relación sentimental con la hija de Onopko?”, le dijo el joven que aseguró ser reportero de La Nueva España. Al supuesto periodista se le ocurrió la pregunta sin ton ni son. Lo único que quería era una camiseta de Dely Valdés. A Ivarov le cayó bien el muchacho.

Ximélez tiene un gran talento para el arroz: paella valenciana, paella mixta, arroz al horno. Su habilidad en los fogones y su talento en el terreno de juego lo aprendió de su abuelo Alfonso. Delantero del Castellón, era suplente en los tiempos en los que jugaban más arietes que defensas. Pero era el amo del socarrat. Intentó transmitirle a su hijo sus secretos, pero este sólo pensaba en la fideuá: “ya quisiera la fideuá ser la mierda de las uñas de la paella”, solía repetir el abuelo Alfonso.

A Ivarov el arroz le daba igual. No diferencia entre arroz bomba o arroz largo, ni sabe que el garrofón es una judía. Para él es vodka malo. Lo del restaurante le vino bien para blanquear un dinero que había hecho amañando partidos a petición de la mafia rusa. Valery Karpin fue el que hizo de intermediario: “Gato, vas a sacarte buena pasta. Tú y Stremer. Dinero fácil”. Ni que decir tiene que Stremer, como buen sueco, conductor de un Volvo clásico, asiduo a la moda de H&M y denunciante de compañeros que eluden pagar impuestos, se negó. El gato hizo dinero y se ganó una amistad con Karpin que le generó el rechazo de Míchel Salgado. Siempre tuvo celos del bueno de Ivarov.

Sería tan fácil anunciar una retirada en twitter. Ximélez piensa en Espimas. Puso punto y final a su carrera y se hizo DJ. Compró un pazo que pertenecía a los Franco y allí anda totalmente ajeno al balompié. Le va bien, llena las mejores discotecas de Ibiza y rara vez duerme sólo. De vez en cuando le manda un selfie desde la playa a Ximélez. El sí que duerme sólo. Pero sueña. Cierra los ojos y se ve de azulgrana. Y lleva el 14, como Cruyff. No juega por la banda porque ya no tiene reprís, pero se lo hace por dentro y filtra pases. Se entiende a las mil maravillas con Dani Gómez que no falla una. Todavía necesita sentir el olor del césped. Aunque su juego ya no sea azafrán, pero el arroz con colorante también sabe rico.

Ximelez, jugador del Pro Evolution Soccer

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