Que haya vuelto la liga este fin de semana es un alivio. Los parones de selecciones me matan. Tampoco es que sea impermeable al fútbol de selecciones, pero a veces no parece fútbol. Me gusta ver esos partidos y no. Tiene su gracia ver equipos que al final son un combinado de estrellas, porque evoca a tiempos pasados en los que te imaginabas los tuyos.
Pero cuando me planto delante de la tele a ver un España-Noruega o el que sea, enseguida pienso que lo que hay ante mis ojos no es el mismo deporte. Los combinados nacionales juegan mal. Y es lógico, porque estos futbolistas entrenan y juegan juntos sólo de vez en cuando y los automatismos y ciertos aspectos tácticos básicos para un equipo no van convocados.
Por momentos se parecen más a un Amigos de Ronaldo contra Amigos de Zidane, o a uno de esos partidos de veteranos de clubes europeos que están tan de moda. Tienen como diez minutos de interés, pero antes del descanso ya empiezan a hacerse largos. Si no hay al menos una implicación emocional con alguna de las selecciones, se complica lo de estar noventa minutos (o cien con los alargues de hoy en día) atento.
Hacer una búsqueda en internet para ver qué partidos se juegan el fin de semana y encajarlos en tu agenda, es algo que no soy capaz de hacer en estos parones. Ya pueden ser amistosos o clasificatorios, hay algo que me impide disfrutar plenamente de esta clase de encuentros.
Ni siquiera es porque se asemeje un poco al fútbol amateur, al juego de las ligas locales. No van por ahí los tiros, porque hasta un equipo de liga municipal, o el Materiales de Construcción Hermanos García, que juega los martes la liga de empresas de fútbol 7, a nada que haya jugado dos o tres partidos todos juntos, parecen tener más claros los movimientos que una selección. Por cierto, ¿cómo es posible que estas ligas de fútbol 7 pongan partidos martes o miércoles? ¿No saben que existe una cosa que se llama Champions League?
Con los mundiales y eurocopas me callo la boca. Eso ya se parece más al último cuarto de un partido de la NBA, cuando de repente parece que sí que se quieren tomar esto en serio y todo empieza a sonar como una orquesta sinfónica. Ahí ya se nota un poco más el rollo de la concentración previa, las últimas pachangas antes del torneo, el primer partido de fase de grupos que hay que perder o empatar para dar que hablar y generar un relato.
Por eso los veranos como el que viene molan. Anticipar posibles cruces con tus vacaciones, para que no te pille una semifinal en la playa. Intentar cuadrar para ver todos los partidos posibles. Aunque esto último es cada vez más difícil. Vamos camino de mundiales y eurocopas de doscientos equipos. Al final se convertirán en Superligas de naciones. Nada volverá a ser lo mismo. Pero quizá el fútbol de selecciones empezaría a parecer fútbol.
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