Se puede decir que el canal de YouTube de Jordi Wild es la Interviú de hoy. Por aquello que se decía de que la revista se compraba por los reportajes de investigación y no por el desnudo de rigor. Con The Wild Project pasa lo mismo. Que si el tío es un cenutrio neoliberal, pero es que trae invitados interesantes. Eso digo yo también.
El otro día estuve viendo como entrevistaba a un neurocirujano. Uno que le ha dado por operar a la gente del cerebro, pero manteniéndoles despiertos. Así puede ir toqueteando las sinapsis para ver si cortando aquí o allá el paciente sigue tocando el violín. Pero a parte de ser un chaval jovencísimo y todo un genio en la neurociencia, también tiene tiempo y talento para componer bandas sonoras. ¿No es maravilloso? No, es asqueroso.
Esta gente que ha nacido tocada por la varita, que son listos, atractivos, buenos deportistas, son tipos horrendos. Ejemplo de lo injusto de los caprichos genéticos. En el fútbol también se da de vez en cuando. El domingo jugué un partido y en el equipo rival había un chaval jovencito, cosa que a mis casi cuarenta me repugna, con físico para aguantar el partido sin descanso y con un talento para el regate que nos dejó sentados a un compañero y a mí en varios momentos: «os ha hecho una buena meada», gritó alguien desde el banquillo.
Pero lo peor no fue eso. La derrota en el campo está asumida desde mi más tierna infancia. El momento más trágico llegó al terminar el partido. Digamos que un compañero de este chaval no tuvo el comportamiento más deportivo que se pueda esperar en una liga municipal de mierda y el crack vino a pedir perdón por lo que había hecho su colega. “Cago en la leche, encima eres buena persona”, dijo uno de mi equipo. “Que bonito”, pensé yo. Pero acto seguido en mi cabeza sonó “que puto asco de tío”.
Encima, cuando me fui al coche allí estaba él, charlando con uno de sus compañeros piti en mano. Partido entero sin descanso, regates, gol para la remontada y se permite el lujo de fumarse un cigarro a cara de perro sin que eso merme su comportamiento. No lo quise preguntar, pero seguro que de ahí se iba al Banco de Alimentos.
En su día sufrimos en el fútbol español de un tipo de estos. Belleza apolínea, golpeo de balón exquisito. El fenómeno David Beckham. Guapo a rabiar, técnicamente impecable, pero es que encima era trabajador en el campo y amigo de sus amigos. Terrible. Esta injusticia genética ayuda a la pérdida de la fe cristiana. Siempre nos consolará la sensación de que Beckham no está doctorado en neurociencia.