10 de abril de 2025
Fotografía hecha por Ratiywood de Javier Clemente en el aeropuerto de Bilbao.

Con Javier Clemente entendimos la democracia

Javier Clemente con la selección española – Foto de Will VM

El cerebro de un niño no procesa el concepto de democracia. O más bien, no lo entiende. Para mi ‘yo’ infante, no había posibilidad de imaginar un presidente que no fuera Felipe González. Era el que estaba ahí y mi escasa capacidad de raciocinio no me daba para entender eso de que cada cuatro años se votaba y que podía darse un cambio de gobierno. Y eso que fui a ver una vez a mi padre al colegio electoral. Lo mismo me pasaba con la selección española. El entrenador era Javier Clemente y no había más tu tía. Creía que aquello sería para siempre.

Ese concepto de votar era complicado de entender. En la guardería (cuando se llamaba así) o en el cole todavía no se habían inventado las famosas asambleas. Por supuesto, en casa no participaba de las decisiones. No se hacía una junta en el salón para determinar, por ejemplo, el lugar de vacaciones. Tienda de campaña y a Peñíscola. Y tan contento. El caso es que hubiera cubo y pala, el equivalente al paz y trabajo de los franquistas adultos.

Mis primeros recuerdos de un Mundial van de la mano de Clemente. Fue el de USA 94. Del anterior, del de Italia, sólo tengo la imagen de Roger Milla marcándose un baile junto al banderín de córner tras marcar un gol. De la cita americana me surge el momento en el que le dije a mi maestro de taekwondo, que era coreano, que les íbamos a dar cera (su mirada del tigre fue fulminante).

Otro recurrente es el de estar en la terraza del bar el Charrito con mi padre y un amigo suyo mientras se jugaba un Rumanía – Bulgaria. Y esto último no sé por qué, ya que ese cruce no existió. Pero en mi mente sí hubo un duelo fratricida entre Hagi y Stoichkov. Y como no, la imagen tarantiniana de Luis Enrique sangrando como un cochino, medio llorando e insultando a Mauro Tassotti.

De lo que no me acuerdo es de eso de la furia, del juego defensivo, lo de jugar con seis o siete centrales. Esa delicatesen no estaba al alcance de un crío de diez años y menos en tiempos prepanenkistas. Aunque hay que recordar que uno de esos defensas era Fernando Hierro, que al Real Madrid llegó siendo centrocampista y que en la temporada 1991/1992 hizo 21 goles en la liga. Así que cuidado con eso.

Con esa edad sólo sabía que había que ir a muerte con la selección, que por lo que decían los mayores, Julio Salinas era un paquete (aunque el libro de instrucciones del videojuego de la Megadrive decía que era el jugador a seguir) y que, por azares del destino, Guardiola era el 9 de la selección.

A esa edad preguntas mucho, pero no pones las decisiones en tela de juicio. Con catorce ya es otra cosa. Los bigotes y las privatizaciones no te entraban por los ojos. Por qué te tienes que ir dos semanas a la playa con tus padres si los chavales van a estar por el barrio todo agosto. Igual que con eso, no entiendes el porqué de llevar a Zubizarreta a Francia 98.

Hubo una serie de televisión que se llamaba Nada es para siempre. Andaba en plena batalla con la popular Al salir de clase, pero a mi no me lograron engañar. Pero la frase del título no la podemos negar. Felipe González ya no es presidente y Clemente no es seleccionador. Y sobre todo, que hasta para los actores de estas series nada era para siempre. Rodolfo Sancho ya no puede seguir interpretando el papel de un chaval con aspiraciones a futbolista de diecisiete años.

Fotografía hecha por Ratiywood de Javier Clemente en el aeropuerto de Bilbao.

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