En una ocasión escuché al periodista Javier Aznar hablar de algo que el denominaba como ‘el efecto fútbol 7’. No voy a entrar en mucho detalle con respecto a su definición, para eso podéis ir al canal de Saber y Empatar y escuchárselo a él directamente. Pero sí que quiero daros una pincelada antes de entrar a hablar de otra acepción aplicable al término.
Resumiendo, lo que Javier Aznar define como ‘efecto fútbol 7’ es el momento ese en una pachanga en el que alguien se trae a un amigo que el resto no conoce. Este resulta ser una mezcla de Ronaldos (del gordo a Cristiano, pasando por Ronaldinho versión Barça). Tras el final, todos exclaman: “hay que hacerle ficha en el equipo”. ¿Y qué pasa en el primer partido de la liga de empresas? Que desde ese momento, ese genio moldeado a base de Ronaldos se transforma trágicamente en un cóctel preparado con un poco del Hazard del Madrid, un toque de Mariano y unas gotas de Vallejo.
Pero lo que yo concibo como ‘efecto fútbol 7’ es distinto. El escenario y la situación es la misma. Miércoles por la tarde-noche. Pista de césped alquilada para una horita y como suele pasar, falta alguien para hacer dos equipos. Uno de ellos, el que ha reservado, pagado la pista (que probablemente perderá pasta) tira de agenda y se trae a un amigo para completar los equipos.
Lo que sucede es lo siguiente: Primero las presentaciones de rigor. Comentarios del invitado del tipo “Llevo sin jugar al fútbol un huevo” para rebajar las expectativas. Se hace la pregunta de en qué posición juega: “Me da igual, donde haya hueco”. Es importante aparentar ser servil el primer día. Los jugadores se colocan en la cancha y empieza la pachanga.
Si en esos partidos de fútbol 7 se pudiera tener esos artilugios de Microsoft para conocer las estadísticas en tiempo real, durante los primeros 5 ó 10 minutos se vería que el jugador que más veces entra en contacto con el balón es el nuevo. ¿Por qué? Está a prueba. Todo el mundo le busca. Se está tanteando, ojeando al infiltrado.
Pero, ¿qué pasa? El invitado parece no estar preparado para dar pases precisos a escasos dos metros de distancia. Por lo visto, tiene dificultades para controlar un balón en una situación de juego en el que ningún rival está encima y la pelota le rebota en el interior del pie como si fuera el muro de detrás de la portería del campo del Rayo.
¿Cómo funciona el ‘efecto fútbol 7 aquí’? El nuevo, tras vivir esos primeros minutos como auténtico protagonista de su equipo, parece encontrar la receta de la pócima de la invisibilidad. Tras ese tanteo, el balón nunca volverá a pasar por sus pies. A ojos de sus compañeros dejará de existir. Da igual que el que tenga el balón esté rodeado de cuatro rivales, que el nuevo está libre de marca (porque también es invisible para el rival).
La única oportunidad de volver a sentir el tacto de la pelota será estar avispado a un posible rebote, lograr algún robo en fase defensiva o recibir un balonazo en la cara. Por lo menos, el nuevo se habrá ido a casa habiendo corrido unos kilómetros, porque si algo demostrará es tener entrega, tener ADN de tribunero.
El partido se acaba, sacará un par de euros para pagar la parte proporcional por el alquiler de la pista (en eso ganará a muchos de los presentes), le darán una palmadita en la espalda y le dirán que vuelva cuando quiera, que es peleón. Pero cuando coja el móvil, curiosamente la foto de perfil del amigo que le llevó a la pachanga ya no está visible. ¿Por qué será?
Moraleja: si eres de esos que dejan de ver al nuevo compañero tras esos primeros minutos, esfuérzate. Sé empático, buena persona y consciente del escenario. Quieres ganar, lo sé. Pero para el chaval será frustrante. Lo digo por experiencia, una larga y dilatada experiencia.
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