A mis casi cuarenta años todavía me creo que voy a aprender inglés. Que iluso. La última es ir a clases casi particulares, porque vamos dos zoquetes juntos. ¿Esto qué significa? Que es caro y que de aquí a un año seguiré gritando “My lovers candemoney, yugarescambolib” cuando suene la canción Freed from desire.
La cosa es que ya de paso me llevo una mochila con la ropa y las zapatillas de correr para aprovechar el tiempo y sobre todo no dejarme llevar por la pereza de llegar a casa, cambiarme y volver a la calle. Porque el confort del sofá es una tentación difícilmente rechazable, sobre todo habiendo fútbol televisado de lunes a domingo.
Cuando corres sólo tienes mucho tiempo para pasar. En mi caso, sobre todo para fantasear. Como estaba recién salido de la clase de inglés, la película que me monté en la cabeza tenía que ver con la profesora. Y no, no era nada erótico y además viene al caso en este espacio futbolero.
Mientras iba dando mis ridículas zancadas por la calle, pensaba en una conversación con la profesora que nunca tuvo lugar. Todo esto sólo ha existido en mi imaginación. En ella me tiraba el pisto de que me gustaba ver la Premier League en versión original y que no hay semana que no me busque la vida para hacerme con el Match of the Day de la semana para disfrutar del talento televisivo de Gary Lineker. Porque, al fin y al cabo, tras ver partidos y partidos, como el vocabulario acaba siendo más o menos el mismo, entiendo a los comentaristas ingleses casi tan bien como a Carlos Martínez o Álvaro Benito. Mentira. No me entero de una mierda y en la vida he visto Match of the Day.
Pero sí hay algo cierto. El vocabulario que se usa para hablar de fútbol siempre es el mismo y eso da igual en el idioma que sea. Los que somos apasionados de más de este deporte, estamos capacitados para llenar horas de conversaciones con otros como nosotros. Da igual el lugar, el estrato social o el género. Puedes estar con un grupo de desconocidos con los que aparentemente no compartes ninguna inquietud, pero de repente, el fútbol evita una situación incómoda.
Yo seguía dando vueltas al circuito de un parque mientras todo lo anterior fluía en mi cabeza. Y cuando divagaba en ello, pensé en qué pasaría si pusiéramos una grabadora en todas nuestras conversaciones sobre fútbol durante un año. Luego habría que sacar esos audios en mp3 y pasarlos por una inteligencia artificial que analizara el vocabulario utilizado y las frases que empleamos.
Probablemente nos llevaríamos una sorpresa por la poca variedad que surgiría de esas conversaciones mantenidas durante horas y horas en un año entero. Veríamos una lista en un excel con frases como “No tiene gol”, “No vale para el (rellenar con el nombre de cualquier equipo)”, “vaya robo”, “menudo chicharro”, “no me jodas” o “no tienes ni idea”. Al lado, en formato columnas, el número de veces que se ha repetido cada una de ellas y usando menos filas de las que hubiéramos imaginado.
Y esto en tiempos en los que sufrimos una plaga de tertulias. Radios, tele, youtube, twitch, tick tock… Pasaría lo mismo con ellos, aunque en el apartado ese de rellenar con el nombre de cualquier equipo, saldrían dos o tres con un número bastante gordo en la columna de repeticiones. Pienso que Jamie Carragher no es así. Que es el Shakespeare de los comentaristas, el Dickens de las tertulias. Para eso es mejor seguir cantando “guanmoremor pipolyasguanmoremor”.