Este fin de semana, haciendo un pequeño ejercicio de panenkismo, me puse a ver un Everton – Aston Villa. En un momento dado, uno del Villa le suelta un tortazo a Tarkowski (que casi tiene nombre de tortazo) y este se pone a sangrar. El árbitro hace el gestito con la palma de la mano abierta y médicos en chándal entran raudos al terreno de juego.
Médicos en chándal y entrenadores con traje. ¿Esto qué es? El mundo al revés. Pero bueno, volvamos a lo que nos importa que es a Tarkowski y a la sangre. Entran los del servicio médico, tiran de una especie de Super Glue para cerrar la herida y a jugar. ¡A jugar! ¿Estamos locos? Si yo me hago una brecha jugando no vuelvo a dar patadas a un balón hasta que esa parte de mi cuerpo no haya reposado las semanas suficientes. ¡Si duele incluso con el traqueteo de ir a trote cochinero!
No meto la cabeza en el resto del partido ni de coña. No tengo ninguna necesidad de sufrir dolores innecesarios. Pero claro, entiendo que en el fútbol es clave la intimidación. Un tipo que se ha ido del césped sangrando por la cabeza y al momento está despejando como un loco asusta. Y si ya entras con un vendaje aparatoso al campo como hizo otro del Everton cuyo nombre no recuerdo, ya ni te cuento.
Pero es curioso lo de la intimidación en el fútbol. Los apodos pueden ayudar y también restar poder intimidador. Ya que estamos hablando del Everton, siempre he escuchado que les llaman los Toffees. ¿Esos no son los caramelos blanditos como de sabor a caramelo? A quién vas a intimidar con un alias tan dulce. Que aprendan de Newell’s Old Boys: la lepra. Eso sí que acojona. A ver quién es el valiente que agarra de la camiseta a un tipo que juega en un equipo a los que llaman leprosos.
Llamándote los Toffees es normal que cuando se formaron los equipos de Liverpool, a uno le dieran el nombre de la ciudad y al otro el de un barrio. Y entra dentro de toda lógica que como en mi caso, si se es tan poco valiente o temerario, cuando encima se es falto de talento, no es que quedes relegado al fútbol de barrio, si no que el fútbol decida abandonarte por completo.